La edad de los elefantes – Muestra colectiva
Dolores Cáceres – Carlos Herrera – Gaspar y Hugo Aveta – Martín Carrizo – Damián Santa Cruz
Co curadora – Catalina Urtubey
El gran vidrio Projekt – Antigua escuela Córdoba
Del 17 al 20 de agosto de 2017 en el marco del Mercado de Arte Contemporáneo / Arte Avanza
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LA EDAD DE LOS ELEFANTES
Guía la manada el agua, la comida. El dibujo de su cuerpo en la caverna. En la mano del primer artista que grabó la piedra.
Guía la manada el sol y su memoria. La piel en sus arrugas. En el sueño escondido en el cristal, en el marfil de joyería.
¿Cómo saber si somos elefantes?
Criaturas sobrevivientes. Migración de especies en la misma carne. La manada oye el choque doloroso y resonante de sus patas en la playa. Aguarda el esperado eco. Desciende con la lentitud de un pájaro hasta el río. La piel del pecho inmóvil para cantar el réquiem.
Atenta. Alerta. La porcelana blanca guarda y captura los rayos de la luz entre sus líneas de oro. Finge su forma verdadera, redondeada suavidad, su trompa hacia la puerta. Trae suerte. Que traiga buena suerte!
22 meses de gestación.
22 meses.
22 meses.
Y la huella en la sabana se vuelve danza. Señal y ciclo. Representación siempre alterada y semejante de la historia. De la naturaleza al arte. Las paredes formulan las preguntas. Brotan de las grietas, del azul, del blanco de la antigua escuela.
En la inteligencia del hueso y el colmillo resiste el tiempo. Calcinada palabra. Cortar la tierra, cortar el árbol para abrir camino. Para perdurar en la estructura que en el temblor se tensa. Resucita.
¿Seremos elefantes? Buscando incesantes, como locos, el agua de algún río. Que en su cauce o su desborde nos explique el duelo del comienzo. En esa piel, en esa arruga de la piel, en esa astilla que la madera esconde al ojo. Elefantes.
Navegamos, cabeceamos. Los restos de un naufragio nos retienen. Una ilusión sobre la otra. Su reflejo. Flota su esqueleto inmenso, suspendido, mientras el mar lo mira.
Dibujo en tu mano un elefante.
Cerrala fuerte!
Apretala!
Sentí como se cruzan unas líneas con las otras. Se borran, se confunden. Sobrevida que acontece. Acontecimiento. Late el corazón del elefante. Recién nacido en tu mano. Las travesías de los hombres por los mares, las travesías de los hombres elefantes lejos de su casa.
En el final del ladrillo está la tierra. Su semilla que explota con el fuego. El nieto sigue los pasos de la abuela. Las figuras de madera en el pesebre de barro. Los diminutos árboles plantados para detener la temporada de crecidas, para desviar el rumbo. La gruta socavada en el interior de una barranca. Una palada y media, y estamos cerca.
Renacimiento e inicio de los seres y las cosas en su completa desnudez. A veces podemos distinguirlas mientras se desvanecen. En el interlineado de las horas. Podemos acceder a ese recuerdo que tracciona las más vivas señales, adivinarlo, intuir que avanza.
Hemos llegado a este lugar donde la luz vuelve a encenderse en su primer estadio. Prolongación del día y de la noche que se aloja en la estructura de la hilera. La luz forma un remolino durante unos instantes y se hunde definitivamente en su propio encantamiento. Espacio de no luz que se ilumina al ras de los pasillos del recito, del convento, de la casa, de la escuela.
Se aleja el elefante de la flecha. Incansable, eterno.
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